EL CAMINO DE MI VIDA
Ahora es cuando tengo valor para escribir estas líneas, hablar sobre esta pesadilla por
la que ya no derramare ninguna lágrima más, sin sentir culpabilidad ni temor
porque todo terminó y jamás permitiré que se vuelva a repetir.
Todo comenzó como suele florecer cualquier relación en la que todo parece andar
sobre ruedas, sin problemas, sin preocupaciones y en nuestro caso sin miedo al
compromiso. Éramos muy jóvenes, ambos teníamos trabajos, que considerábamos
algo relativamente estables y quise confiar en ti...
Todos mis allegados me preguntaban-¿Pero estas segura de que quieres formar una
familia con él?, ¿no sois muy jóvenes?, ¿no lleváis muy poco tiempo?...Pero no
quise escuchar, me dejé llevar por los impulsos del corazón, estaba segura de lo
que era el matrimonio -estar junto a la persona a la que amas- , y el amor ¿Qué
es ese extraño sentimiento? En aquel entonces lo considere indescriptible, algo
único, que creí que sentía por ti, así pasó lo que pasó.
Pero cuanta razón tenían esas personas que de verdad me quieren y se preocupan
por mí, esos interrogatorios que ni siquiera me paré a pensarlos detenidamente
desde un punto de vista objetivo, pero no, de nada sirvió, solo tenía oídos para ti.
Aquella inmadurez e irresponsabilidad eran la clave para haber podido evitar lo
ocurrido.
Nos casamos y al principio parecíamos ser una sola persona, tomábamos
decisiones juntos, nos separábamos lo menos posible, reíamos, me regalabas
pequeños detalles, cada momento era único...Ahí pensé que nuestro matrimonio
era lo mejor que me había pasado en la vida, iba perfecto y creí que siempre
sería de esta forma, así pasó lo que pasó.
En tan solo tres meses comenzó un cambio progresivo, ya no pasábamos tanto
tiempo juntos, y constantemente me decías indirectas juzgando mi forma de vestir,
al principio no te hacía mucho caso, hasta que después de un tiempo me lo
dijiste claro-¡No pienso permitir que vistas como una adolescente!¿Cuántos años
crees que tienes?- Pues no me sentó nada bien que me dijeses eso, pero
finalmente cedí, tampoco era plan de crear más problemas, si eso es lo que
creías, tal vez un cambio de look, sería lo mejor.
Poco a poco eran mas las pegas que ponías a todo: que si no te gustaban mis
amigas, que si no tenía edad para salir con ellas, que la casa estaba muy
descuidada...
Mis amigas me decían que ya casi nunca quedábamos y siempre ponía excusas
para no salir, así que le conté lo que tu decías, al principio casi ni se lo creían,
me decían que debía ser yo la que me pusiese los límites en mi vida, pero yo
me limitaba a decirles que ahora tenían que ser ellas las que no se metiesen en
mi vida, que entre tu y yo todo iba bien, que sabía lo que decía, pero no lo
sabía, ni quise volver a escucharlas.
Ya no me decías algo y yo te solía hacer caso, pasaste a ordenarme algo y yo
te obedecía: me obligaste a dejar de hablar con mis amigas y lo hice, a estar por
ti todo el día, que no me arreglase tanto...Comenzó un infierno que mis ojos
eran incapaces de ver.
Mi mejor momento del día eran las mañanas, que trabajaba en el laboratorio e
intentaba quedarme un rato más, así prolongaba el momento de volver a casa.
Aquello tampoco te gustaba y decidiste que no podía seguir trabajando en el
laboratorio, que yo debía de estar en casa, ocupándome de las tareas domésticas,
que así todo sería mejor y podríamos vivir solo de tu sueldo y yo con esa
venda en los ojos que no me permitía ver la realidad. Y como no, acepté, una
nueva etapa en la que te podía hacer feliz, porque mi felicidad se había quedado
atrás hace mucho tiempo y ya no me importaba, así pasó lo que pasó.
En ese momento, nada me quedaba: mis amigas desaparecieron de mi vida, mi familia
vivía lejos y tenía poco contacto con ella, mi trabajo lo habías echado a perder, mi
personalidad la transformaste, mi libertad se limitaba en una casa donde tampoco
existía; ¿que era de mi vida?, eso por lo que pasé no era vivir por mí, sino por ti. Eras el
centro de mi vida, no quería perderte, no tenía a nadie más que a ti, ni siquiera un sueldo
con el que sobrevivir, sin gente que me apoyase, me habías aislado del mundo e incluso
de mi misma, para que solo pensase en ti, en nada más. Me sentía sola, porque tú jamás
me apoyaste, no eras compañía. Eso es el miedo que sentí.
Esto no fue el límite del maltrato que sufrí, no, tus ordenes se convirtieron en gritos.
Más hacia por ti, menos te gustaba, todo eran quejas, me empujabas, me tirabas objetos,
tus gritos retumbaban en mi cabeza, mientras mis lágrimas corrían por mis mejillas,
pensaba-¿Qué he hecho para merecer esto?- En aquel momento no lo sabía, ahora sí,
había permitido que te apropiases de mi vida, invadiendo mi camino, poniéndome miles
de obstáculos que yo sola no podía atravesar, quedándome anclada en un punto fijo,
cayendo lentamente, sin una persona que me tendiese su mano, sin fuerzas para vivir,
luchando cada día por algo sin sentido, porque si en la vida no se tienen metas ni
objetivos, ¿para qué sirve?, si todo el mundo en la Tierra intentase hacer algo
productivo para mejorarlo viviríamos en un mundo mejor, pero desgraciadamente
existen personas como tú, egoístas, sin una sola gota de empatía y sin sentimientos,
aunque, si todas las personas tienen sentimientos, si no pueden vivir solas en este
mundo, si antes o después tienen que pensar en los demás, ¿por qué no recapacitáis
antes de que sea tarde?, porque lo que no sabéis, es que vosotros, esas personas que
ponen todo a su favor, consiguen que todo acabe poniéndose en su contra, lo sé, lo que
sucedió fue que te dejaste llevar por el miedo, el miedo a las consecuencias del daño
que me causaste, aquellos que van de fuertes son los verdaderos cobardes, porque de
nada sirvieron mis lágrimas, mi dolor, ese miedo a sentir lo que no sentía, miedo a vivir
sin estar viviendo, miedo a luchar sin estar luchando, miedo a perderte sin tener a
nadie...
No me di cuenta que yo soy la única dueña de mi vida, que debía de tomar las riendas y
mirar al frente, y no ser lo que fui, una espectadora de ella.
Esta situación se prolongó más de lo que debería haber permitido, en ese momento era
incapaz de salir de ese pozo oscuro por el que ni siquiera veía la luz del final, yo no fui
la que detuve mi infierno, fueron mis vecinos, las personas que tuvieron la valentía de
llamar a la policía, ponerte una denuncia y devolverme mi vida. El parte médico fue mi
única arma en el juicio, tu negabas todo lo que decíamos mis testigos y yo. Mis amigas,
las cuales después de todo me tendieron sus manos, me levantaron de esa gran caída y
son ellas las que me acompañaron y me acompañan en mi nuevo camino.
Ahora sé lo que es amor, aceptar a tu pareja, respetarla siempre y ser un compañero en
la vida que complemente ese largo camino. Amor no es gritar al viento por libertad, ni
pretender que el tiempo te haga olvidar, y así poder alcanzar la felicidad, porque la
felicidad es una conquista diaria.
Después de que pasara la tormenta, sucedió lo que tenía que suceder, que tu acabaste en
la cárcel y yo tomé el largo camino de olvidar lo sucedido y vivir de nuevo, siendo
quien todas las personas que me querían, deseaban que fuera, YO MISMA.
ELENA PIMENTEL DE MAQUA
lunes, 13 de diciembre de 2010
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