Hola, papá:
Sé que hace ya más de diez años que ni te escribo, ni te veo. Pero aún recuerdo la última vez que te vi.
Yo estaba en el portal de casa, a punto de llamar al timbre, cuando te vi. Bajabas aceleradamente las escaleras, abriste la puerta, saliste corriendo, te paré y te dije: Papá ¿a dónde vas? ¿Por qué corres? No me respondiste, solo me dijiste: lo siento hija. No entendía nada, normal, sólo tenía catorce años. Subí a casa, papá, la puerta estaba abierta, entré, llamé a mamá, pero no me contestó. Eran las doce de la noche, tal vez ella estaba durmiendo, pensé. Estaba cansada y me acosté. Nunca hubiese imaginado aquella noche, que mi madre, papá, tu mujer, aquella que un día me dio la vida, ella, ella…
Me levanté a eso de las once. Normalmente mi madre me habría levantado antes, aunque fuese domingo. Me empezaba a preocupar. Entré en su habitación, tu habitación, por la noche ni se me ocurrió. Abrí la puerta diciendo: mamá, ayer llegué un poco más tarde, como estabas acos… Mis palabras no terminaron, tenía catorce años, demasiado niña para comprender lo que estaba observando. Su cuerpo, sin vida, sin calor, frío, quieto, teñido de rojo, ella, mi madre, muerta. El mundo se me vino encima. Cerré la puerta, no quería ver eso, papá, ¡no quería! Comprendí tu huida.
Corrí a la puerta, la abrí, toqué en la puerta vecina, llorando, sin habla… Me abrió Alberto, le cogí del brazo sin darle tiempo a hablar. Lo llevé a casa, abrí de nuevo esa puerta de dolor, esta vez, ni fuerzas tuve de asomarme, le hice entrar. Él, sin decir nada, salió corriendo, me llevó con él. A los diez minutos, no lo sé, perdí la noción del tiempo, llegó la policía, me hicieron muchas preguntas, recuerdo dos preguntas, dos:
- ¿Recibía maltrato por parte de tu padre? A la que respondí:
- Últimamente habían tenido varias discusiones, pero mamá siempre me decía que me fuera a la calle.
La otra:
- ¿Crees qué ha podido ser tu padre? Nunca quise responder a esta pregunta, jamás. Pero papá, era mi madre, tuve, tenía que responder y respondí:
- Sí, salió corriendo anoche de mi casa.
¿Por qué no te paré? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué papá?
No te puedo engañar en ese momento deseé lo peor para ti. Les dije que te atraparan, que nunca te soltaran.
A los dos días saliste por televisión, estaba con la tía Andrea, me tapó los ojos y me dijo: tú ya no eres nada de ese hombre, la justicia lo encerrará.
Hoy, hace ya diez años, siete meses y quince días de ese veinticinco de noviembre de dos mil, cuando tú le quitaste el respirar a mamá, pero no te escribo para hablar de eso, papá. Se que has salido en libertad. Te necesito.
Eres tú el único que me puede ayudar. Me he casado hace tan solo cinco meses, esto no esta funcionando. Te lo cuento a ti, porque no tengo a nadie. Papá, cuando él llega a casa, no me dice ‘hola cariño’ me grita, ‘hola zorra ’. No me deja salir de casa, me tiene encerrada, dice que mi única tarea es fregar. Hace unos tres meses le dije que estaba embarazada y me abofeteó, me pateó y me dijo que ese niño jamás nacería, que lo matase yo o lo mataba él. El otro día, llegó a las tres de la mañana borracho, me cogió, me besó, me suponía que haría de mi lo que el quisiera, como ya era costumbre. Yo intenté defenderme, le di con la rodilla en la barriga, intenté salir a correr, pero me cogió y ahora sí, no pude oponerme, me hizo suya, a su manera. Papá, yo le quiero, y él siempre me pide perdón por lo que hace, pero… Tengo miedo de que un día me coja, me encierre en la habitación, me ponga una bolsa en la cara para ocultar mi rostro, me golpee una vez y otra hasta dejarme sin conocimiento, luego se dirija hacia la cocina, coja el cuchillo más grande que encuentre, regrese a la habitación yo aún sin conocimiento. Mi corazón late todavía, el de mi bebé también ya latía, ahora lo hacen aceleradamente por el miedo. De pronto, sin esperarlo, late despacio, un sobresalto, un pinchazo, una herida, una puñalada, mi corazón se para. No le basta una, es verdad, en mi cuerpo hay dos corazones latiendo, otra puñalada. Yo ya no estoy, mi hijo tampoco, pero, no le basta, ahora me reparte tres puñaladas, rápidas, con crueldad, fuerza y odio. No le es suficiente, sus manos se apoyan en mi cuello, frágil, poco a poco suelta su fuerza en mí, me quería, papá. No sé por qué, pero… cada vez que pienso en como moriré, pienso en como tú… En como mamá murió. Papá sé que la querías y si algo tuyo queda en mí, si te sientes aún culpable por lo que hiciste, ayúdame, yo no tengo valor.
Me ha amenazado varias veces ya, tengo miedo, mucho miedo. Mi vientre se empieza a hinchar, se empieza a notar, temo también por la vida de este ser que me engendra, tu nieto, siento que si se da cuenta de que aún sigue dentro de mí, le quite la vida y la mía con la suya. Ayer, me dijo que me quería, que yo soy su vida, mientras me pegaba, mis lagrimas cayeron sin control, al ver que lloraba me pego en la cara, me reventó la nariz, sangraba sin parar, me cogió la cabeza y junto su frente con la mía y me dijo: mañana saldrás a hacer la compra, yo no puedo ir, cúbrete con maquillaje los golpes, si la gente se entera de algo, te mato. Me golpeó con su frente y me tiró al suelo.
Papá, estoy sufriendo el mismo dolor dos veces desde dos sitios diferentes, lo vi y lo estoy viviendo, tú mi padre maltratador de mi madre, él, mi marido, mi amor, es ahora mi maltratador.
Hoy, te escribo a ti papá, porque quiero huir, sabes tú mejor que nadie lo que es este mundo del maltrato, por eso, he recurrido a ti, por este nieto, por este cabrón que no me deja vivir. Sé que tú has aprendido, pero no creas que te perdono. Papá, le quitaste la vida a mi madre, pero si realmente has cambiado salvarás la mía, ¿verdad?
Papá, espero que vengas, te necesito, te necesitamos.
Quiero huir de esto, quiero salir de aquí, quiero volver a nacer.
Te tengo que dejar he escuchado la puerta, mi marido ha llegado. Mi tormento, mi miedo, mi maltratador ha vuelto.
Adiós, un beso, tu hija Carolina, de nombre como tu mujer, tu víctima, mi madre, tu amor en aquel tiempo, tu tormento ahora gracias a tu rabia, impotencia y celos, su muerte. Haz que eso que te pasó a ti, no pase con otros hombres. Reflexiona sobre tus hechos y consigue, papá, que la violencia de género se acabe, porque ahora soy yo, tu hija la que esta sumida ahora en el maltrato.
AMANDA OLAYA
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